No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada (Mt 10, 34)

Comentarios de actualidad del grupo de investigación Xiphias Gladius

domingo, 27 de febrero de 2011

V... de "Visitantes"

El mundo de la TV es un buen indicador social. Más allá de la manoseada referencia a la telebasura que todo intelectual que se precie ha de realizar en algún momento (y no necesariamente en contra: los hay que llevan a gala ver telebasura o la defiende como subcultura o le dan la vuelta a la tortilla...), más allá de la TV como fenómeno social o mass media. Me refiero a ciertas producciones para la pequeña pantalla (o no tan pequeña ya) que en los últimos tiempos están teniendo el mismo éxito que el folletín decimonónico y que dependen tanto como éste de la respuesta del público: las series de ficción.

Lo confieso: sucumbo y consumo a ojos llenos, aunque con cierto criterio (y no necesariamente del bueno). El amigo Desiderio Parrilla sabe más que yo de esto, y no descubro América de nuevo si afirmo que también en la tele hay antropología. No sólo en el fenómeno de ver la tele, sino en la propia tele.

Hay una serie que muchos de nosotros recordamos con cierta extraña nostalgia: "V". Corrían los años 80, el graffitti era un arte antisistema, y la V de spray rojo, las fingidas pieles y los lagartos-de-goma-come-ratas llenaban nuestra imaginación atrapada en cromos de cartón que pegábamos con pegamento IMEDIO a los manoseados álbumes (junto al Michael J. Fox del Regreso al futuro, la fantasia en 8 bits de TRON, Bastián y el dragón de la suerte, samurais, superhéroes en pijama, hobbits y otros entes de ficción que muchos creíamos y queríamos más reales que la propia realidad).

Esta nostalgia que nos lleva, en un ciclo de recuperaciones rituales miméticas, a copiar nuestro cualquier tiempo pasado fue mejor llena los espacios creativos de nuestros días con mayor frecuencia cada vez: Lost no deja de ser una lectura desbordante y desbordada, eso sí, de La isla misteriosa y otras novelas de Julio Verne; con Cuéntame cómo pasó ya hemos tenido nuestra Aquellos maravillosos años; Fringe resuena a X-files y los comics de Kirby, El coche fantástico ya tiene su modernización y se cuentan a millares las series que narran las mismas historias de siempre (hay quien dice que hay sólo un puñado de historias que contar: los celos, la envidia, el resentimiento, la culpa y la inocencia). La lista se completa con la serie que hoy quiero comentar, para aligerar la tensión política de estos días (perdonad la ligereza, pero me he tomado al menos dos días para deglutir toda la información de la que he hecho acopio antes de volver al ataque): V (2009).

Hay sobre todo dos cuestiones que merecen la pena destacarse: la primera es todo el juego en torno a la divinización de los visitantes que incluye la nueva versión. Los visitantes buscan ser adorados. Se trata de una invasión mediática más que militar: la opinión pública parece mover más a los Visitantes que el potencial bélico terráqueo. En la primera temporada, en boca de la líder de la resistencia (Erica) y de uno de sus lugartenientes, un sacerdote católico (?) [por cierto, capellán militar], se expresa de forma clara: la mayor arma de que disponen los extraterrestres es la devoción que inspiran en las masas humanas. ¡Si hasta tienen un slogan: "Somos gente de paz. Siempre"! Ya Girard nos ha enseñado a desconfiar de ciertos pacifismo en su último libro, Achever Clausewitz [traducido aquí].

La segunda cuestión abre otras muchas. El mimetismo de los Visitantes que les impulsa a clonar nuestra piel, y el hecho de que esa "simple" clonación de la piel, ese sencillo parecer más humanos, les termina "infectando" de humanidad. Como si la imitación transmitiera cierta esencia de la humanidad (los sentimientos, el alma).

Por lo demás, la serie peca de cierta puerilidad y a medida que pasan los capítulos la cosa pierde intensidad (y eso que para la segunda temporada recuperan a la mítica Diana, icono sexual de muchos, ¡ay, esos pelos cardados!). Se nota, no obstante, que todo el esfuerzo de los guionistas se dirige, más que al barroquismo efectoespecialista, a la complejidad moral y ética. Lo normal es que se quede en esfuerzo, y nada más. Pero se agradece la intención.

martes, 22 de febrero de 2011

Saltó la liebre...

Aunque era algo que se veía venir, que estaba en el ambiente y que necesariamente deberá ser pensado de forma rigurosa. Me refiero a si podemos decir que hay religión detrás de las revueltas; me refiero a si el Islam tiene algo que ver con esta "ola revolucionaria", como cacarean los líderes destronados o seriamente amenazados. Lo cierto es que el elaborado texto de Robert Fisk sobre la cuestión no deja títere con cabeza y proclama que esta revolución es secular en el mundo... ¿islámico?

Será interesante ver cuál es el reparto de culpas final, el golaberaje ideológico y religioso, el resultado de la revuelta. Yo por si acaso busco algo de lucidez en la lectura de L'homme révolté de Camus. Alberto Signorini lo cita en su introducción a La pietra scartata (La piedra desechada), un libro que reúne algunos textos de Girard sobre antisemitismo. Y lo cierto es que algunas de sus intuiciones aciertan de pleno (la necesidad de un regicidio para que se produzca el cambio, el papel de la masa, etc.).

¿Cuál es aquí y ahora el chivo expiatorio? ¿Cuál es la lectura mítica que se nos impondrá? ¿Estamos ante la Revolución Francesa musulmana? ¿Lo peor está por venir? ¿O se trata del mero anticipo de lo mejor, de una mejora escatológica? Completar  a Girard completando a Clausewitz tal vez sea hoy más urgente que nunca. Podríamos escribir un libro que se llamara Achever Girard.

"Domino's Theory" (2).

Sigo dándole vueltas a lo de Egipto (aka, anteriormente, "lo de Túnez") y por más que le doy vueltas siento que se me escapa algo. Como si cognitivamente no estuviera preparado para esto. Para comprender la complejidad, para entender la morfogénesis de estas estructuras políticas, sociales, antropológicas... ¿religiosas? Pronto, seguramente, llegará el mito.

Tomando el guante que nos ha arrojado Ángel os propongo deconstruir el mito antes de que se produzca. Antes incluso de que tenga atisbos de mito, de relato religioso (es decir, relato que explica, muestra y oculta a la vez la violencia originaria). Antes de hacerlo, es necesario plantearse un par de preguntas epistemológicas. La primer hace referencia a la posibilidad de tal empeño, y es una pregunta a la que se tienen que enfrentar muchos historiadores, críticos literarios y antropólogos: ¿hay la suficiente distancia? Dando por hecho que es necesaria la distancia para la objetividad, dando por hecha la objetividad de la distancia, asumiendo que todo conocimiento válido ha de ser objetivo, que todo conocimiento subjetivo es sospechoso, platónicos encubiertos. No hay suficiente distancia, eso está claro. Estamos ante las cosas que están siendo, que están fundando. Estamos en el origen de algo, se supone. Eso dicen, o dirán los periódicos. Esta distancia cronológica está unida a una segunda distancia, la cultural (bajo sospecha de etnocentrismo) que también cuenta y mucho. Una doble distancia, por tanto, que para muchos es insalvable (aunque, lo puede confirmar el señor Atienza, es cierto que ya hay empeños antropológicos encaminados a saltarse a la torera ambas distancias e ignorarlas por completo en sus trabajos de campo) y nos deja sin los análisis de las únicas cosas que realmente nos afectan e interesan: las de ahora, y aquí.

La segunda pregunta que tendremos que formularnos es algo más pedestre: ¿podemos analizar la complejidad geopolítica antes aún de que toda la red de complejas relaciones se haya establecido, antes de que esa red se haga tan tupida que proteja y oculte a la vez el hecho que tratamos de descubrir bajo ella? ¿No nos estaremos adelantando a los acontecimientos? ¿No estaremos proyectando sobre la situación una retícula que nos impide verla realmente tal cual es? Lo cierto es que nos moveríamos en el terreno de la falacia. 

Nada de esto, por lo que parece, ha afectado a la laboriosa y anónima Wikipedia [no tan anónima], que ya se ha sumado a la fiebre del análisis en entradas como esta, con sus correspondientes y variables versiones en inglés, francés e italiano (que son las que he consultado). Es decir, ¿cuándo mejor que ahora vamos a tener acceso a tal cantidad de material, opiniones e interpretaciones que ahora? Es ahora cuando están empezando a escribirse los libros, a cristalizar los informes, los estudios, a acumularse crónicas y reportajes que terminarán en libros, y el largo etcétera que termina construyendo eso que es un mito, una religión, un estado. 

Algunas de las tesis del libro de Cavanaugh pueden testarse en este amplio arco de acontecimientos. Para ir hincando el diente os copio algunos de los enlaces que he ido recolectando acá y allá:

Diarios y publicaciones españolas:

Textos de los USA y mundo anglosajón:
"Egypt's Revolution, Bush's Victory?", Blog del NYT, 11feb2011, (esta está muy bien porque apunta al dedo de Bush como el dedo que tiro la primera ficha del dominó);
"Military Offers Assurances to Egypt and Neighbors", 12feb2011, NYT, (el papel del ejército ¿pacifista? en toda el desarrollo de los acontecimientos en Egipto)
"Violent Clashes Markt Protests Against Mubarak's Rule", NYT, 25ene2011, (donde la cosa ya no pinta tan pacífica... )
"Egypt Leaders Found 'Off' Switch for Internet", NYT, 15ene2011, (que apunta una cuestión de la que casi no hemos hablado, pero que sería un item interesante: el papel de las redes sociales e internet como nuevas vías de contagio mimético [facebook es la mímesis elevada a la enésima potencia, Lucas ¿recuerdas dónde leíste eso de Mímesis y Facebook?])
“Why Israel Hates the Egyptian Uprising”, Slate, 3 de febrero de 2011 (ésta es una revista que pertenece al grupo del Post, de raíz liberal; tiene versión en francés)

Textos en francés:
“Tunisie, Algérie… La théorie des dominos dans le monde arabe” , 14 de enero de 2011, Slate France (he aquí la versión francesa con un texto muy interesante)

En inglés algunas blogs activos de seguimiento de las revueltas: 

En inglés aún, infomes y análisis reportados:
Un breve análisis del Council of Foreign Relations, un think tank fundado por David Rockefeller que se dice independiente… claro que cuenta entre sus miembros a Angelina Jolie (¿?). En serio, no está mal.
Del mismo grupo, este análisis “Can Tunisia Spark a Revolucionary Wave?” (sobre el concepto de revolutionary waves podéis ver este libro)
Otro análisis de otro think tank, este de Carnegie Endowment. Estos americanos se pirran por los análisis.

No sabemos aún qué fichas caerán, pero cuando lo sepamos nos será tan evidente que nos lamentaremos de no haber caído antes en lo evidente. Es curioso comprobar cómo precisamente esta actitud es la que nos impide reconocer las cosas ocultas desde la fundación. La ocultación (la meconoissance) nos obligaría a ir en contra de ese impulso a creer evidente entonces lo que hasta ese momento era poco menos que improbable. Al excavar en esa dirección encontraríamos, sin duda, la sorpresa de lo evidente, inevitable y profetizable: la mímesis, nuestro obsesivo anhelo de identidad con el otro que nos lleva a sucumbir en las peores formas de mímesis, aquellas en las que nos desbordamos en la identidad con la masa. De todos modos no podemos evitarlo: es la masa la que nos preserva de lo peor, que aún está siempre por venir. La pregunta es (y, Ángel, por ahí podría ir una ponencia para el COV&R) ¿qué significa todo esto, y que papel juega/jugará Europa/USA?

[Adenda: esta entrada la comencé el viernes. Después de un fin de semana “apartado del mundanal ruido” en Javea, disfrutando de paz, amistad y paisajes casi de mentira, añadimos nuevas piezas: Libia. Y con ella llegó la violencia: la noticia en El Mundo y en El País]




jueves, 17 de febrero de 2011

El libro revelación

Ese libro fue para mi una revelación. No me podía creer lo que estaba leyendo. El cristianismo como ciencia dándale vueltas a la psicología, la antropología, y la teología clásicas. En mi página se pueden encontrar textos, traducciones, comentarios y análisis de realidades acontecidas y películas desde la teoría girardiana.
Por cierto, respecto de lo del "efecto dominó", salió el viernes creo, un artículo en el mundo aplicando al teoría mimética a los que está pasando en el Norte de África, hasta con un chiste gráfico sobre el asunto de la caída de regímenes como fichas de dominó, aludiendo al efecto contagio mimético. Por ahí podría ir un artículito.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Los trenes, las masas, la violencia.

Cojo el tren de cercanías todos los días, normalmente en hora punta. En cada vagón, unas cien personas; en cada tren, unos cuatro vagones; cada media hora salen unos seis trenes de la central de Valencia; unas 5000 personas salen de aquí cada hora, por no hablar de las que llegan. Son las 14.30 y estoy rodeado de desconocidos. El silencio, entre murmullos discretos, lo envuelve todo, como marcando el limite con los demás, en una distancia inhumana. Escribo desde el móvil y pienso en vosotros, y así ellos siguen siendo ellos.

De tanto en tanto sucede algo que nos une. Hace unos meses una chica medio gitana (gitana secularizada) la emprendió verbalmente con unas mujeres musulmanas. Las insultó por dejarse maltratar. Se mezclaron jergas, lenguas, se llegó al grito. Los cuerpos tensos, los rostros enrojecidos. Y todos nosotros, callados, nos acercamos más, hombro con hombro, tensos, mudos, en círculo. Ya no estábamos solos. Estábamos nosotros, esperando una vencedora, y ellas, esperando el siguiente movimiento de la otra. Nadie intentó mediar el conflicto.

De hecho nos hemos tenido que reinventar la figura del mediador, con titulación universitaria incluida. Como si en nuestra modernísima sociedad hubiéramos olvidado toda la sabiduría acumulada sobre el control de la violencia. Miramos como miraban los antropoídes de la manada la lucha entre machos.¿Hemos olvidado todo? No, aún nos asusta, gracias a Dios, la violencia desatada. Sabemos a donde puede conducirnos (la autodestrucción). Pero ya no sabemos qué hacer con ella, cómo controlarla. Somos las víctimas más débiles. Víctimas activas o pasivas de una misma violencia.
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martes, 15 de febrero de 2011

Efecto dominó...

Es curiosa la dinámica del "efecto dominó": rápidamente olvida uno el origen de la avalancha de piezas y se somete alucinado al espectáculo que se le ofrece, que no es otro que el de una hipnótica sucesión interminable de piezas caídas. El origen, el dedo que empuja la primera pieza, es olvidado con la misma rapidez con la que caen las fichas.

La expresión, tan afortunada como poco precisa, ha logrado cuajar como la explicación que desde los medios de comunicación se da a lo que está pasando en el mundo árabe. Se trata de otra de esas metáforas de la vida cotidiana que, lejos de ser meros juegos de palabras, esconden -literalmente- una nada inocente postura asumida ante los acontecimientos. No da lo mismo referirse a estos acontecimientos con una u otra expresión. Y la que hemos elegido da buena cuenta de ello. Vamos a comprobarlo. [Ni que decir tiene que lo que viene a continuación no tiene ningún valor académico, rigor científico ni nada que se le acerque: trato de pensar a vuela pluma algunas de las cosas que están pasando].

Cuando uno piensa en ese efecto dominó piensa en el juego infantil que describía más arriba. Pero si uno hace una búsqueda rápida en la wikipedia se encuentra con que la cosa es algo más compleja. Y más aún si se consultan las entradas inglesas. La primera sorpresa llega cuando nos encontramos con una página de desambiguación que nos conduce a distintos lugares. Dos de ellos nos interesan enormemente: la teoría del dominó, o domino theory, y la denominada pendiente resbaladiza (slippery slope). La primera de ellas, que en su entrada inglesa incluye ya una actualización sobre el tema (una caricatura con la primera (?) pieza de dominó con la bandera tunecina), y remite a la snowball theory. Lo interesante de ambas teorías es que tratan de explicar fenómenos geopolíticos de enorme complejidad a través de imágenes de relativa sencillez.

Por un lado, la bola de nieve ejemplifica el crecimiento imparable e incontenible de determinadas series de acontecimientos. La caída de una bola de nieve que va creciendo y creciendo, casi diría uno que entrópicamente, hacia un fin catastrófico, es una caída impersonal, sin origen. Las bolas de nieve que caen por una pendiente, caen solas -juega su papel la gravedad, es cierto, pero una gravedad también ella impersonal, imparcial- aun aquellas que han sido arrojadas por alguien. Su avance amenazador se produce casi por accidente. Pero lo accidental, siempre impensable, se convierte pronto, muy pronto, en inevitable. Su avance, trastabillante y discreto al principio, adquiere pronto la firmeza de una apisonadora.

El dominó, ya lo hemos dicho, concentra toda su fuerza metafórica en la ausencia del dedo que empuja la primera ficha. Es curioso que en la caricatura el dibujante haya decidido no representar ese dedo ex machina. Lo cierto es que para representar lo que el dominó simboliza o pretende simbolizar no es necesario ningún dedo mágico. Las fichas caen, y van a seguir cayendo inevitablemente, y eso es lo importante en un dominó, lo que hace que realmente sea lo que es. Pero los dominós verdaderamente hermosos son los que parecen no tener fin. En nuestro afán de ir siempre un poco más allá, de añadir siempre una ficha más, de hacer que no termine la caída de la ficha. Porque si termina, si tenemos un final, giraremos la cabeza rápidamente buscando el principio.

Matemáticamente el problema no lo es tanto: a pesar de que se presente el efecto dominó como una "representación informal" de la inducción matemática, expresiones como esta
(\forall P)[P(0) \land ( \forall k \in \mathbb{N}) (P(k) \Rightarrow P(k+1))] \Rightarrow ( \forall n \in \mathbb{N} ) [ P(n) ]
demuestran que una vez cae una ficha, las demás caen por su propio peso (que me perdonen los matemáticos de la sala por el atrevimiento). Pero aunque en el Mundo Real las cosas parecen caerse por su propio peso, ¿los eventos y sucesos de Túnez obligaban a lo que está sucediendo en Egipto? ¿Quién señala cuál era la siguiente ficha? Ahora dicen que Irán. Se abren las apuestas. Me da la sensación de que la bola de nieve, la mecha prendida, o la hilera de fichas preparadas es cuanto menos variable.

Sarkozy ha visto como "inevitable" un cambio sobre el que sólo algunos avisados preconizaban su advenimiento [también El Baradei piensa en esta inevitabilidad]. La caída de Mubarak ¿es la antesala de otras caídas? Como siempre nuestra imaginación, nuestras previsiones y lo mejor de nuestros análisis están vueltos hacia delante. Nos ocultan el secreto origen de este movimiento inevitable -aunque se haya evitado durante mcuho timepo-. Todos en Europa alabamos la valentía del pueblo egipcio, tunecino, argelino, yemení o iraní, al echarse a la calle e encender la mecha. Como si el pueblo, esa individual colectividad, hubiera sido capaz de poner en marcha la maquinaria. Para los amantes de las teorías del complot, siento decepcionaros. Creo que, por una vez, la prensa no se confunde -demasiado-. Ha sido el pueblo, que es como decir nadie, o todos, quien ha empujado la primera ficha. Una vez ha caído ésta, como si de una enfermedad infecciosa se tratase, se ha producido el contagio. El contagio de masa en masa, agrandándose hasta que todos, en una inédita internacional postmoderna -¡proletario musulmán del mundo unido!- han logrado derrocar al tirano, ese contagio parece ser imparable.

Como toda marea, llegará la resaca (por seguir con el juego de metáforas: esta de la marea trata de explicar porque lo inevitable se suele volver contra sí mismo). La resaca en situaciones como esta sigue a procesos de mitologización efervescente (es decir, aquellos sucesos que rápidamente se alojan en el imaginario mitológico, hacen historia o se transforman en iconos de algo). Es el caso de lo que ha estado pasando, está pasando y pasará en Túnez, en Egipto y allá donde la mecha nos lleve.

El hecho de que en Egipto todo comience con un mártir, víctima rápidamente divinizada (todos los jóvenes en Alejandría llevaban su foto, dicen), que la masa-pueblo ocupe un lugar protagonista, que los reyes-dioses sean depuestos y que grupos islamistas quieran hacer suyo toda esta dinámica antropológico-social nos conducen a una única posible conclusión: hay algo de sacro, de religioso (en el sentido que le suele dar Girard al término: sacro=violento) en todo esto, y cierto Islam no quiere perder comba. La poderosa épica que los hechos transmiten, a la que han sucumbido los medios de comunicación en Occidente y en todo el mundo, es de raíz sacra. Su vinculación con la violencia está por ver. Por ahora parece que todo está sucediendo con una cierta contención (a pesar de saqueos, enfrentamientos policiales, algunos fallecidos, y un largo etcétera que en nuestro cómodo Occidente no consentiríamos).

Con media España (¡ay, la España de las mitades!) creyendo vivir bajo una dictadura, lo raro es que no nos dé por salir a las calles a exigir un cambio. Lo mismo es que somos demasiado civilizados como para hacernos ya una masa. Lo mismo es que la democracia, esa lotería, va y sirve de algo. O lo mismo es que la mecha aquí ya no prende porque ya somos post-religiosos. O lo mismo no, lo mismo le hemos visto las orejas al lobo y ya no nos atrevemos ni a movernos. Que se muevan otros, que vaya el otro a la plaza.

Como ya se ha dicho, el trato sórdido al que parece que estamos condenados aprieta cada vez más. Hay, dejadme polemizar, otras masas y otros mártires.

lunes, 14 de febrero de 2011

Girard y Shakespeare

Brevemente os dirijo a mi blog sobre Girard y Shakespeare donde de forma muy sencilla intenté plasmar con pinceladas la visión sobre el amor y el mimetismo.

La dirección es la siguiente http://asangam.blogs.uv.es/

La esponsalidad: oculta desde el principio

Hablando de las cosas ocultas desde la fundación del mundo deseo hacer mi aportación, manifestando un descubrimiento, quizá el único ( pero todavía no completo) que he hecho en mi corta vida, y es que ya desde la fundación del mundo la vida de cada hombre tiene una finalidad esponsal.

Aprovechando el día de San Valentín, santo romano que fue martirizado en tiempos de Claudio II por casar a los soldados romanos en secreto, aquí os lanzo mi breve estudio, que desearía continuar algún día.

domingo, 13 de febrero de 2011

Festivales de música, romerías modernas

[Esta entrada se publicó en otro blog a la vuelta de este último verano, en dos partes. Aquí lo reúno en un sólo texto con alguna modificación.]

Asistir a un festival de música tiene mucho de religioso y ritual: cada año las mismas fiestas, cada año lo mismo, pero renovado –renovado el cartel, renovada la estética y, sí, renovado el precio siempre al alza–. La proliferación de este tipo de encuentros musicales en verano es como para plantearse si hay crisis y dónde queda. Eso sí, con cierta gracia, y adaptándose a los tiempos de apreturas, se inventan un Lowcost Festival. Me hace gracia porque si se puede organizar un lowcost en esto de los festivales es probable que los que no lo son, vamos, los caros, saquen tajada y buena de todo esto. O que ofrezcan un producto mejor, más elaborado. Vamos, como la diferencia entre viajar en Iberia o en Ryanair… ¿o es que no hay diferencia?

Este verano me he vuelto a embarcar, creo que por última vez (ya lo he dicho, y repetiré), y voy a asistir a ese festival de rebajas. Los grupos nuevos que suenan como los de antes, y los de antes que no te puedes creer que sigan tocando. Siempre me han abrumado los carteles, los fancines y las revistas que hablaban de todo lo que se suponía que tenías que saber sobre lo último más allá de lo último de esta mañana en el desayuno. Nunca entendí cómo era posible saber tanto de una música que ignorar hoy lo último en música alternativa está al alcance de cualquiera que no disponga de 24 horas para escuchar los cientos de grupos, solistas y “experiencias musicales” que parecen creer aún que están haciendo algo nuevo. Sus seguidores son del mismo pelaje: es difícil que reconozcan no conocer el cartel. Que reconozcan que están haciendo lo mismo de siempre –he aquí su valor ritual– negando esa mismidad. Que reconozcan que no hay nada nuevo bajo el sol. Entonces, ¿qué van a ver?

Bob Dylan ­–pero no es el único– afirmaba que se aburriría si siempre tocara igual sus canciones, si se imitara a sí mismo hasta el hastío. De forma que cuando uno ha tenido la suerte de ir a alguno de sus conciertos, puede quedar decepcionado porque el muy judío no ha tocado ninguno de esos míticos temas ­–nótese de nuevo lo ritual– con los que muchos hemos crecido. Y, sin embargo, ha sido y es él mismo cada vez ya siempre. No rehuye su mismidad. No puede, de hecho. Este tipo de honestidad deshonesta es difícil de encontrar en estos festivales. El esfuerzo que realizan por superar-se es de tal calibre que no se molestan ni en cargarse a sus padres: todos hacen una música tan distinta que es difícil separarlos entre sí. O bien: el bosque de diferencias se hace tan intrincado que encontrar claros o senderos transitables –caminos en el bosque– es una tarea de héroes.

¿Que por qué voy, entonces? Porque en el fondo yo también quiero, ritualmente, disfrutar de esa misma auténtica indiferencia: allí somos todos iguales, todos buscamos lo mismo –la distinción, la marca, la diferencia. Esa es la carta inconfesable de mis motivos. La carta que enseño públicamente es la carta del trabajo de campo, de la antropología, del interés cultural de este tipo de encuentros. No podría soportar verme como un fan fatal más, pero en el fondo es lo que soy, o en lo que me convierto, ya desde unos días antes del evento.

Voy porque se trata de un acontecimiento en el que no sucederá nada –acontecimiento que traiciona su sentido– aunque el despliegue de medios es como para que pase algo. Si me dejáis presumir, en una cena con los mejores amigos pasan muchas más cosas aunque parece que no pasa nada.

Y porque es más barato.

Si queremos llevar a cabo un análisis antropológico del fenómeno de los festivales de música, primero es necesario establecer qué tipo de fenómeno y que objetos antropológicos están en juego cuando hablamos de festival de música. Sería interesante compararlo o asimilarlo al concepto de rito o ritual. Soy consciente de que no descubro a nadie el océano haciendo una afirmación de este tipo. Nuestra visión de este tipo de actividades es intuitivamente ritual: vemos el rito allá donde se encuentre. Pero verlo no significa comprenderlo ni explicarlo. De hecho, precisamente por tratarse de un tipo de conocimiento intuitivo, va acompañado de un cierto desconocimiento, una zona oscura en la que percibimos pero no necesitamos explicar. Más aún, nos resistimos a explicar porque esa explicación acabaría con el misterio o la zona oscura que hay en todo ritual y que nos permite participar de él sin ruborizarnos. Veamos por qué.

En primer lugar, el fenómeno: una gran aglomeración de gente que recorre hormigueando el recinto del festival, de un escenario a otro; escenarios como altares de un nuevo foro romano; silencio y éxtasis a partes iguales, colectivización del grito, comunión del trance; organizadores y empleados como sacerdotes y monaguillos; la promesa de una trascendencia absoluta, inexpresable, inenarrable –de hecho su misma narración supone ya una pérdida respecto a la vivencia–. Comencemos por el final: ¿en qué consiste esa trascendencia? En ir más allá de la propia música, de los intérpretes, de uno mismo. Existe una metafísica del espectáculo que se apoya en la expectación que de suyo genera el espectáculo hasta el momento de su acontecer. Uno asiste a un espectáculo con cierta esperanza. Se me dirá que no es verdad, que no siempre es así. El crítico, por ejemplo, no espera nada, o suspende sus expectativas ante l

a labor que atiende: el juicio. Este juicio es ya una trascendencia que excede y que va más allá del espectáculo, del acontecimiento. En el otro extremo encontramos al groupie, que lo espera todo, que eleva la mediocridad objetiva a virtuosismo y genio. En medio tenemos a la masa, formada por todos aquellos que esperan cosas tan distintas que sería injusto hablar de trascendencia aquí. Y, sin embargo, observen las fotos de la masa.






















¿Es posible ver en este animal la diferencia de cada uno? ¿No se observa más bien la identidad de todas las diferencias? La masa somete incluso al groupie y al crítico: señálese, si no, dónde se encuentran.

Es cierto, muy cerca o muy lejos, pero orientadas respecto a la masa, como sacerdotes, como individuos escépticos y críticos con la religión, con el rito, pero igualmente sometidos a él: el groupie lo sacrifica todo en el altar del ídolo, y el crítico sacrifica al ídolo en el altar de algo más elevado, o en su propio altar. Ninguno de los actores escapa al rito, al sacrificio, a la estructura, en definitiva, religiosa.

Pero de los tres actores, el más interesante es la masa: voluble, groupie hasta el extremo, crítica en exceso, según con quien se encuentre y el viento que sople. Fuera de la sala, fuera de la arena, del templo, todos son críticos, y casi ninguno quiere reconocerse groupie. Pocos o ninguno admitirán que mientras estuvieron allí se sintieron uno con miles de personas, que se dejaron llevar sin rubor por la ruta transitada de las muchedumbres.

Existen, por supuesto, individuos que ven todo esto y resisten al embrujo de la masa. Yo, lo confieso, soy demasiado mimético: me zambullí en la masa y disfruté como un enano. Carne débil que es uno. Eso sí, estaba rodeado de críticos y groupies y toda clase de independientes y alternativos (se me dirá que estoy resentido, pero ya no, estoy enmasado: ovejita que es uno).